DIARIO DE UN MILICIANO


En septiembre de 1937 fue localizado en el frente de Zuera, junto al cadáver de su autor, el Diario que Manuel Gutiérrez redactó durante los últimos cinco meses de su vida. Su descubridor fue un Alférez Provisional, que nos lo ha facilitado amablemente, tras conservarlo afortunadamente más de sesenta años.

De Manuel Gutiérrez sabemos únicamente aquello que a lo largo de estas páginas nos va revelando, aunque resulta suficiente para comprender que se trata de uno más entre los miles de españoles que se incorporaron a las milicias, convencidos de que, entre todos, era posible derrotar a las tropas sublevadas en muy breve tiempo.

Las acciones descritas en el Diario se enmarcan en el llamado frente de Huesca, uno de los más estables durante gran parte de la guerra, pues se mantuvo desde julio de 1936 hasta finales de marzo de 1938. Frente estable en cuanto se refiere al conjunto del territorio nacional, porque para quienes se movieron en esta línea, las posiciones caían sucesivamente en manos de uno u otro bando, suponiendo para ellos grandes victorias o terribles hecatombes. No olvidemos en ningún momento que quien nos cuenta sus impresiones es un simple combatiente, no el jefe de una gran unidad.

Tres días después de iniciada la sublevación de las tropas de Franco se legalizaron las milicias ciudadanas de Cataluña, mediante un decreto firmado por Companys, e inmediatamente comenzó la formación de columnas expedicionarias con destino a Aragón. Todas las columnas se constituían sobre la base de Centurias, cada una con tres Secciones a tres Decurias.

El 23 de julio salió de Barcelona una de 2.000 hombres, dirigida por Durruti, que se detuvo cerca de Pina. El 24 se formó una segunda, integrada por 4.000 hombres de Barcelona, Lérida y Tarragona, que, tras tomar Caspe, se atrincheró en Azaila y Quinto. Mandada por el coronel Martínez Peñalver, estaba compuesta casi totalmente por soldados. Al día siguiente, una nueva columna de 1.500 hombres organizada por el P.S.U.C., al mando del dirigente José del Barrio, que incluía a la Centuria alemana Thälman, la primera unidad extranjera que intervino en España, se dirigió a Sariñena y a la Sierra de Alcubierre y quedó incorporada a la de Durruti. Veremos que el autor del Diario quedó impresionado por el valor derrochado por estos alemanes.

Una tercera columna, cuyo núcleo lo constituyeron los dos batallones de montaña de Barbastro bajo el mando del coronel Villalba, ocupó Tardienta el día 25. Fue reforzada por cuatro pequeñas columnas, dos del P.O.U.M., la Francisco Ascaso y una de montañeros aragoneses y catalanes, con lo que pudo cerrase la línea desde el Ebro hasta Panticosa.

La línea defensiva de los sublevados quedó establecida en Leciñena, Farlete y Osera, al norte del Ebro, y en Quinto y Azaila, al sur, con dos puntos avanzados en Pina y Gelsa, y estaba guarnecida por parte de la 5ª División, al mando del general Cabanellas, compañías y centurias de voluntarios de Falange y requetés, así como los movilizados reemplazos de 1934 a 1931. En agosto Leciñena cayó en manos de Del Barrio y el frente se estabilizó.

El 30 de agosto y el 21 de octubre intentaron las columnas el asalto a Huesca, manteniendo la presión hasta mediado el mes de noviembre, en que desistieron en su empeño. Ambos contendientes siguieron recibiendo refuerzos, de manera que a finales de octubre unos 30.000 hombres en cada uno de los bandos se enfrentaban a lo largo de la línea.

Hasta principios de junio de 1937 no se retomó la decisión de ocupar Huesca, a la que en esa fecha acosaban las Divisiones 28 y 29, desde que en abril se había reorganizado el Ejército Popular ante el fracaso de las milicias. Se buscaba el cierre de ese frente para dedicar las tropas allí comprometidas al refuerzo de Bilbao. Iniciado el ataque el 16 de junio se vino abajo al lograr la aviación de Franco la superioridad aérea, aunque por momentos estuvo a punto de conseguirse el objetivo. Todo el frente entre Huesca y el Ebro quedó cubierto por el XI Cuerpo de Ejército republicano, al mando de Reyes.

Y, por fin, llegamos a la operación en la que nuestro protagonista perdió la vida, coincidiendo precisamente con el momento en que su unidad consiguió, aunque fuera temporalmente, apoderarse de una gran franja de terreno, en una ofensiva con la que había soñado en numerosas ocasiones, tal como leemos en su Diario. El objetivo último, desconocido para Manuel Gutiérrez, era obtener una victoria que compensase la pérdida de Vizcaya y que ayudase a evitar la caída de Santander. Y para ello se diseñó una operación para apoderarse de Zaragoza por medio de varias agrupaciones que actuarían simultáneamente.

El iba integrado en la Agrupación A, formada por cuatro brigadas y mandada por el mayor Trueba, que se enfrentaba a tropas de la División 51 a las órdenes del general Urrutia. La misión de la Agrupación A consistía en atravesar el río Gállego frente a Zuera para dirigirse a Zaragoza, a través de Villanueva de Gállego, debiendo iniciarse la operación el 24 de agosto. En realidad, la Agrupación A quedó detenida a la vista de Zuera, nada más atravesar el Gállego y sólo pudo ocupar un extenso terreno vacío, al sur de la línea Tardienta - Zuera. La División 51, reforzada por la brigadas de Flechas Azules y por la de Posición y Etapas, recuperó el terreno perdido a finales de septiembre. Sólo al sur del Ebro se obtuvo algún éxito, con la ocupación de Pina, Quinto y Belchite, pero ya Manuel Gutiérrez había fallecido, dejando sobre el terreno el Diario que con tanto mimo había redactado.


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